EL SAPO DE SANTA CRUZ
Mas el bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el
agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Juan 4: 14.
Los sapos se encuentran en todas partes del mundo y,
debido a que consumen enormes cantidades de insectos dañinos, son amigos del
hombre.
Tal vez el sapo más útil que se conozca es el que vive en
las regiones semiáridas del centro de Australia. Se lo conoce con el nombre de
sapo de santa cruz, debido a las manchas de su lomo, que asumen esa forma.
Este sapo es una cantimplora viviente. En las pocas
ocasiones en que llueve, bebe el precioso fluido vital hasta hincharse. Durante
las sequías que siguen a las lluvias, el batracio se esconde por meses en el barro,
y sobrevive gracias al agua que ha bebido.
Cuando los aborígenes de Australia se encuentran perdidos
en medio del desierto durante las épocas de sequías, todo lo que necesitan
hacer es buscar al sapo de la santa cruz para sobrevivir. La extraer el agua de estas insólitas
cantimploras, han logrado evitar las consecuencias fatales de la sequía, que
hubieran sido catastróficos para todos los que desconocieran los hábitos de
este sapo.
Tal como los aborígenes de Australia emplean el sapo de
la santa cruz cuando necesitan del agua que da vida, las personas perdidas en
el desierto de este mundo pueden ser libradas
milagrosamente de la muerte al beber del agua de la vida que brota del
manantial de la cruz.
Moisés dio un golpe en la roca que
representaba a Cristo, y consiguió agua en el desierto. Jesús mismo amplió esta
lección cuando le dijo a la mujer que estaba junto el pozo: “El que bebiere del agua que yo le
daré, no tendrá sed jamás”. Así, pues, por medio de este humilde sapo, de
Moisés y su roca milagrosa, y de Cristo y la cruz, se nos enseña la
lección de que el agua es un elemento
que da vida. ¿Responderemos como la samaritana: “Señor, dame esa agua”? (Juan
4: 15).
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